Consciente Vs Subconsciente

La mente consciente se puede comparar a un procesador de palabras. Es la que toma las decisiones en nuestra vida diaria. Ella envía los Programas subconscientes para realizar ciertas tareas, observa cómo se desempeñan esos Programas y entonces decide qué más es necesario hacer. Se estima que la mente consciente representa solamente un 12% de nuestra mente. Lo que la mente consciente percibe como una Creencia no es exactamente lo que el subconsciente cree. Tal vez pienses que no tienes ninguna limitación subconsciente para generar abundancia o dinero en tu vida, porque, para la mente consciente, el hecho de que haya restricciones en el subconsciente, o a cualquier otro nivel de nuestro ser, es algo que no tiene ningún sentido lógico.
Una singular característica de la mente consciente es que es capaz de juzgar rápidamente lo que es correcto y lo que es incorrecto, algo que el subconsciente no hace. La mente consciente es la que decide, al menos en algún grado, cuál información debe guardar el cerebro y cuál no.
La mente subconsciente funciona en forma similar al disco duro de un ordenador o computadora. Contiene todas nuestras memorias, hábitos, creencias, personalidad y aun nuestra imagen de nosotros mismos, y controla las funciones autónomas del cuerpo. El subconsciente es el almacén de información y el realizador de las tareas. También contiene «instrucciones predefinidas» para realizar funciones en las cuales no tienes que pensar conscientemente, como, por ejemplo, mantener tu corazón latiendo. Se estima que el subconsciente abarca un 88% de la mente. Eso significa que cuando reconocemos que una creencia es negativa para nosotros, el 12% de nuestra mente desea cambiar al otro 88%. Cualquier decisión de cambiar se forma primero en nuestra mente consciente, y esta decisión de alguna manera entrará en conflicto con las creencias que ya existen.

Dicho conflicto puede generar sentimientos contradictorios, bloqueos o incluso enfermedades.

Cuando deseamos algo y no lo conseguimos, podemos frustarnos considerando somos culpables de algo; o peor aún, culpar a alguien o algo de nuestro entorno por no conseguirlo.

En lugar de dicha actitud, analiza qué estás haciendo o no haciendo para conseguir tus objetivos. Y si no encuentras ninguna razón, cambia actitudes, lugar o personas del entorno. Si no cambias nada, los resultados seguirán siendo los mismos.

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